La identidad es el conjunto de características, actitudes,
competencias y capacidades que definen a una persona. Se va construyendo en los
primeros años de vida. Empieza cuando el niño toma conciencia de sí mismo como
una persona diferente a quienes lo rodean, e intenta definirse a sí mismo. Su
entorno familiar, las interacciones y el contexto en el que se desarrolla
influyen, en gran medida, en la formación de su identidad personal.
Uno de los elementos básicos de la competencia psicológica y social de
los individuos es su capacidad
para conocerse y reconocerse a sí mismo como individuos únicos. Esta toma de conciencia comienza durante el primer año de vida y
continúa a lo largo de toda la vida. La formación de una identidad es, por
tanto, un proceso
dinámico y necesario, en constante evolución, aunque
sufre una crisis
durante la adolescencia, que genera en el adolescente
una inquietud y una gran incertidumbre acerca de sus papeles presentes y
futuros en la vida.
Para Erickson, este proceso de individualización es una afirmación
que manifiesta la unidad
de identidad personal y cultural de un individuo,
y se produce como resultado de tres procesos: biológico, psicológico y social.
Si bien supuso que la crisis de identidad adolescente estaría resuelta entre
los 15 y los 18 años, la realidad es que las investigaciones reflejan que la
mayoría no alcanza una identidad estable hasta los 21 años.
En este proceso, J. Marcia distingue cuatro estados de identidad:
§ Difusión de identidad. El
sujeto aún no ha considerado o resuelto los aspectos de la identidad que le
permitan hacer planes de futuro.
§ Decisión prematura.
Los sujetos han adoptado ciertos compromisos de manera previa o prematura, antes
de la crisis que los cuestione.
§ Moratoria. Sujetos
que están experimentando una crisis de identidad y están planteando
activamente preguntas acerca de compromisos vitales y buscando respuestas.
§ Logro de identidad.
Los sujetos han resuelto los temas de identidad comprometiéndose
personalmente con objetivos, creencias y valores particulares.
La importancia de establecer una identidad personal reside en que es
clave para desarrollar una adaptación psicológica y social positiva, proporcionando a los individuos autoestima y seguridad en sí mismos.
Por el contrario, una baja autoestima desde la niñez o
adolescencia repercute en las relaciones que se establecerán a futuro y hasta
en nuestro rendimiento intelectual. Esta se manifiesta cuando la persona busca
la aprobación y el reconocimiento de los demás. Tampoco asume
responsabilidades, está desmotivado y con poca energía, se frustra con
facilidad y le cuesta asumir. Presenta ansiedad, no se siente capaz de lograr
lo que se propone y tiene un bajo nivel de inteligencia emocional, entre otros
síntomas.
Se debe fomentar además el desarrollo de sus habilidades sociales
y su autonomía. Es importante dejar que los hijos hagan cosas por sí mismos.
Hay que preguntarles qué es lo que quieren y qué es lo que les gusta en lugar
de decidir por ellos.
Las áreas de oportunidad para la
educación son: La posibilidad de que el alumno tenga acceso a información
importante para su formación a través de los sistemas de informática y el
internet. El joven busca formas de socialización, por lo que las actividades
grupales y por equipo son bien recibidas. Los alumnos quieren actuar, hacer por
sí mismos, comunicar sus hallazgos y mostrarse como un ser humano completo.
En la resolución 57/254 de 20 de
diciembre de 2002 de la Asamblea General de las Naciones Unidas subraya “La
educación es un elemento indispensable para alcanzar el desarrollo sostenible”.
Por lo que los programas educativos han de estar inspirados en un modelo
educativo que contemple, de forma radical, la dignidad de todas y cada una de
las personas involucradas.
En la escuela los alumnos han de encontrar
las condiciones adecuadas para el desarrollo pleno de sus capacidades y
potencialidades; de su razón y de su sensibilidad artística, de su cuerpo y de
su mente; de su formación de valores y social; de so conciencia ciudadana y
ecológica. Debe aprender a ejercer su libertad como su responsabilidad; a
ejercer con libertad y responsabilidad su sexualidad; a convivir y a relacionarse
con los demás; a sentirse parte esencial de su comunidad y de su país; a cuidar
y enriquecer nuestro patrimonio natural, histórico y cultural: a sentirse
contemporáneo y continuador de quienes han contribuido crear el México libre y
democrático en que vivimos.
Referencias:
Echavarria Grajales, C. (2003). La escuela un escenario de formacion y socializacion para la construccion de identidad moral, en: Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Julio - Diciembre, Vol. 1, No 002, Universidad de Manizales, Colombia.
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